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paisaje de fado


Portugal, paisaje de fado, calles estrechas de Lisboa, Pessoa, en la calle, sus letras y lluvia atlántica sobre los azulejos que sostienen los balcones que sostienen los cables, que abrigan las terrazas, que sostienen macetas, que sostienen palomas. Plazas con reposo y tranvía de matraca, arriba y abajo, los gatos asoman, ropa tendida en los aviones de las ventanas, chiquitos que ofrecen servicios-guía.
En busca del graffiti urbano leo este “…Turistas, respetad el silencio portugués o iros a España” comprendo lo de la “ruta del bacalao”.
El viajero construye el relato sentado en un bar tranquilo. Absorta en su lectura, en otro mundo, la chica del libro desbroza el supuesto tinglado literario. Mientras, los compradores de galería comercial engullen las burgers, presentadas en bolsas de papel y ketchups presentados en plastiquitos rojos vivos. Más abajo, hay una feria de libros, los títulos gritan en los pasillos a los aspirantes a lector. Zarandeados, algunos logran escapar. El dueño lo envuelve con cuidado, es un regalo. Paulo Coelho se sentó a mi lado de vuelta a casa en un aeroplano como todos, un tanto apretado en el que solo se puede leer un poema, ni tan solo eso. Si intentas abrir un periódico has de desalojar media nave.

Así debéis hacer vosotros: manteneos locos, pero comportaos como personas normales. Corred el riesgo de ser diferentes, pero aprended a hacerlo sin llamar la atención. Paulo Coelho

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