Pues sí, desde que te fuiste, todo cambió, llegó la crisis. En Sabadell en esto somos la leche: nos hemos puesto a construir un metro, que es como un tren y te cuento que frente a nuestra calle han crecido las plumas y han volado los árboles. En plaça Espanya han entrado unas máquinas raras que me recuerda “encuentros en la tercera fase” En la Av. Tarradellas tres gigantes penetran repetidamente la tierra mientras los vecinos miran recelosos a través de las ventanas, y detrás del Corte Inglés y en la Plaza Mayor… en fin, es una crisis de ruidos pero que nos dicen que es para prosperar.
La crisis dichosa, que es como una chica rara, desvestida, andrajosa, vaga y llena de puñetas. La gente sale menos a comprar, bebe más agua que cerveza, se le fue la manía de comprar, comprar, comprar, mientras otros sufren porque no pueden vender, vender, vender. Y es que la sociedad que hemos construido hasta ahora no tenía buen fin, porque perdió todos los principios. Al final, volveremos al cine de barrio, un lujo asequible en tiempos de crisis, volveremos a la poesía que es un recurso para los deprimidos del amor y de la “pela”. Con la crisis volvemos a soñar lo que queremos ser, dejaremos de ser tan pijos, volveremos a mirar la luna un espectáculo gratis con luz prestada, la crisis, al menos esta, trae cierto sosiego y tiempo para conversar. Ya comenzaba a estar harto de gentes que te mandaban correos de “corta y pega” sin decir ni hola, de las excusas, no tengo tiempo tengo que ir de compras todo el finde.
En crisis, en esta, no hay mal que por bien no bien no venga. Desde que te fuiste, no paró de llover, llegó el frío, la nieve y lo que el viento se llevó.
Los compradores impulsivos saben que el euro tiene céntimos y que en los restaurantes hay “menú del día”.
Quienes entendemos de los afectos, sabíamos que todo se estaba materializando demasiado y habíamos dejado a un lado el amor y la amistad de la verdadera, por tener amigos de conveniencia, amantes de conveniencia, matrimonios de conveniencia y por tener buenos coches, lujos, casas, y para muchos y muchas hasta los amantes comprados. Y a medida que nos hicimos ricos se fue la felicidad y los bancos que en vez de ser un lugar para sentarse a descansar se convirtieron en recaudadores a base de interés por ciento y por cierto e hipotecaron a to quiski y nos llenaron de comisiones. Bueno, qué te voy a contar. La crisis hace que vuelvan los dioses perdidos. Es bueno rezar en tiempo de crisis, Dios es la última esperanza, cuando no queda nadie, decimos ¡no queda ni dios! por eso al despedirnos señalamos la coletilla… “hasta mañana, si Dios quiere”.
Salen las bicicletas a la calle. Recuperamos la rueda de silencio. Los ayuntamientos no nos dejaron buena herencia en cuestión de bicicletas, ¡no les gusta para nada!, pero intuyo que un día invadirán las calles y mostrarán tal interés que instalarán carriles, parking y señales apropiadas, pero nos las matricularán, seguro. La mía dejó de sufrir, me la robaron hace unos días en la calle Onze de setembre esquina Vila Cinca. En crisis salen los “ladrones de bicicletas”, en crisis caminaré, "que li farem¡"
La crisis dichosa, que es como una chica rara, desvestida, andrajosa, vaga y llena de puñetas. La gente sale menos a comprar, bebe más agua que cerveza, se le fue la manía de comprar, comprar, comprar, mientras otros sufren porque no pueden vender, vender, vender. Y es que la sociedad que hemos construido hasta ahora no tenía buen fin, porque perdió todos los principios. Al final, volveremos al cine de barrio, un lujo asequible en tiempos de crisis, volveremos a la poesía que es un recurso para los deprimidos del amor y de la “pela”. Con la crisis volvemos a soñar lo que queremos ser, dejaremos de ser tan pijos, volveremos a mirar la luna un espectáculo gratis con luz prestada, la crisis, al menos esta, trae cierto sosiego y tiempo para conversar. Ya comenzaba a estar harto de gentes que te mandaban correos de “corta y pega” sin decir ni hola, de las excusas, no tengo tiempo tengo que ir de compras todo el finde.
En crisis, en esta, no hay mal que por bien no bien no venga. Desde que te fuiste, no paró de llover, llegó el frío, la nieve y lo que el viento se llevó.
Los compradores impulsivos saben que el euro tiene céntimos y que en los restaurantes hay “menú del día”.
Quienes entendemos de los afectos, sabíamos que todo se estaba materializando demasiado y habíamos dejado a un lado el amor y la amistad de la verdadera, por tener amigos de conveniencia, amantes de conveniencia, matrimonios de conveniencia y por tener buenos coches, lujos, casas, y para muchos y muchas hasta los amantes comprados. Y a medida que nos hicimos ricos se fue la felicidad y los bancos que en vez de ser un lugar para sentarse a descansar se convirtieron en recaudadores a base de interés por ciento y por cierto e hipotecaron a to quiski y nos llenaron de comisiones. Bueno, qué te voy a contar. La crisis hace que vuelvan los dioses perdidos. Es bueno rezar en tiempo de crisis, Dios es la última esperanza, cuando no queda nadie, decimos ¡no queda ni dios! por eso al despedirnos señalamos la coletilla… “hasta mañana, si Dios quiere”.
Salen las bicicletas a la calle. Recuperamos la rueda de silencio. Los ayuntamientos no nos dejaron buena herencia en cuestión de bicicletas, ¡no les gusta para nada!, pero intuyo que un día invadirán las calles y mostrarán tal interés que instalarán carriles, parking y señales apropiadas, pero nos las matricularán, seguro. La mía dejó de sufrir, me la robaron hace unos días en la calle Onze de setembre esquina Vila Cinca. En crisis salen los “ladrones de bicicletas”, en crisis caminaré, "que li farem¡"
Hola Luis, que delicia leerte. Es cierto ese panorama de vida tranquila que se sucede con la crisis. No hay excusas para que un encuentro no sea de tu a tu. En mi ciudad, las cosas son parecidas con o sin crisis. La vida es muy tranquila cerca al mar caribe.
ResponderEliminarQué genial, me gusta mucho tu blog!!
Besos!