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Este verano esparticular, lloverá muy poco como los demás.


Comenzamos con San Juan, Sant Joan, dos santos en uno. Una noche loca porque quien no echa un cohete este día. Así que toda la noche pim pum, hasta que las palomas y los pájaros quedan anestesiados con tanto ruido. Gracias a nuestra actitud ecologísta-colectiva, respetamos tanto la naturaleza que la quemamos y más en la “nit de foc”, la noche de fuego, dejamos de mirar a las estrellas y las cambiamos por chispas y ceniza, luego vomitamos en la playa nuestro particular índice de alcoholemia y regresamos a casa al día del día siguiente con el olor a pescado de la gran merluza, llamémosle resaca del día y la noche anterior.
Sant Joan es el principio de una larga noche de verano, toda una fiesta que dura toda una estación, más o menos hasta que el Corte Inglés anuncia el otoño, como siempre un mes antes. Así está el planeta que llueve en verano, nieva en primavera y en verano los Lunis al sol.

Estamos 362 días del año haciendo ecologismo, revestidos de progres con tintes de pintura “veneciana” poniendo verde todo lo que pisamos, con riego –eso sí- a cuenta del 10% del embalse de al lado (antes pantanos) y nos ponemos a recuperar la memoria…. Mientras tanto, con tanta atención, las listas de los hospitales, las hojas secas-muertas-quemadas- de los montes de la tierra del nunca mais, las grúas en el horizonte del levante, donde se supone que detrás había un mar que se llamaba Mediterráneo… donde mi niñez tal vez jugó en la playa, la que ahora limita con una torre de 40 pisos y una ducha de diseño poco sostenible.

Estamos 362 días del año reciclando, separando cartón, vidrio, envases, orgánica… y luego en mor de la cultura y la jodida tradición, nos ponemos a organizar guerras de tomate, guerras de agua, quemar toneladas de pólvora en pirotécnia… a organizar disco-móviles en los centros de los –otros tiempos tranquilos pueblos de la España profunda- donde ahora se llenan de neorrurales que cargados de sus chalecos multifunción, sus gorras modelo hortera-Mcdonalds, sus quads y sus ruidos, van también de ecologistas anunciando las bondades de lo rural. Sin preguntar a los residentes habituales ¿cómo están? ¿molestan nuestros críos durante la siesta?, ¿les gusta los tres millones de decibelios que les vamos aponer durante toda la noche y la madrugada en la disco-movil que instalaremos en la plaza mayor del pueblo? ¿le gusta que dejemos las calles llenas de pipas, bolsas de chips, papeles, botellas, cascos rotos, vasos…?

Para que en dos días de fiesta o tres, o una semana, nos carguemos toda esa placidez mínima necesaria para poder seguir escuchando el canto de los pájaros, las golondrinas o los vencejos que atraviesan nuestras calles comiéndose los mosquitos que –de no ser por ellos, los pájaros- tal vez nos achicharrarían a picotazos, zumbidos y otras caricias típicas de LOS TRES “MOSQUITEROS” .

Llegarán unas elecciones, las que sean, y nos pintarán una sociedad ideal, nos harán soñar con proyecciones fantásticas llenas de colores, banderitas, dedos de la victoria, abrazos y emocionadas muestras de felicidad, sobretodo de quienes seguirán cobrando su pensión fraudulenta para poder seguir sustentado el jodido voto que les dará los otros cuatro jodidos años para los que se quedan en casa viendo aquí hay tomate y pasan de la política y de su análisis y estudio. Luego se quejan.

Así comienza el verano, y así termina. Nos queda el plácido otoño, pero, volverán las golondrinas ¿oscuras? ¡quiá! negras…testigas que en sus travesías otean pateras y cayucos, cuyos pasajeros llevan un sueño de altos vuelos para llegar a la más baja y dura realidad: una sociedad les espera con los brazos abiertos para explotarles y a la vez dotarles de toda la indiferencia acumulada en una vida de consumo e individualismo que nos conduce a un caos alegre y divertido… mientras dure.

Luis Miguel Avendaño

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